Las hijas bastardas de la ciudad

Cuántos de nosotros han paseado por las calles de Lima, infectadas de humo, ruido, envolturas de golosinas y, encima, se añade el toque final: algo de escupitajo. Lima es la cuidad del Perú, el lugar en donde se dejó de sembrar y cosechar, en donde los españoles se decidieron instalar y nos obligaron a trabajar injustamente para ellos, en donde predomina el cemento, en adición a ese color de panza de rata que nos cubre en invierno llamándose a sí mismo cielo, en donde el mismo invierno es sólo una fantasía. Esta cuidad fue hermosa en sus buenos tiempos y aún quedan signos de ello, mas eso es otro tema. Esta ciudad ha engendrado unos pequeños monstruos que nos invaden sin que lo percibamos, ya que nos hemos acostumbrado a convivir con ellos. Se los puede encontrar en cualquier ciudad del mundo, siendo alimentados y cagando todo lo que encuentren cerca sin razón aparente.

Alguna vez, una personita me hizo un comentario muy interesante, el cual me dejó pensando durante mi viaje: Las palomas son las ratas del cielo. Esa frase entraba y salía de mis pensamientos cada cierto tiempo, hasta que, una vez, decidí filmar diversas palomas a lo largo de los días y las observé. La mayoría son de color gris o, simplemente, están cochinas. Tienen pico pequeño, el cual les sirve para buscar pedazos de comida entre la basura, entre las losetas de las calles, dentro de la tierra y para robarle la comida a tu perro cuando no está. Se las encuentra en medio de bazofia, la mayoría de las veces, y otras, en parques, donde la gente las alimenta. Ahí se pueden observar más gordas y grandes. Dentro de esta sociedad de palomas que se forma en dichos parques, se logra distinguir a la más poderosa: la más gorda, la que lleva más papada, la que se queda con la mejor parte. Estas defienden su espacio y son capaces, incluso, de intentar asustar a las personas acercándose en grupo a los indignos que se atrevan a pisar su territorio.

Las palomas son el único animal que se ha adaptado plenamente a vivir en la ciudad, dependiendo de los humanos, protegiéndose con ellos, alimentándose de ellos, respirando el smog y cambiando su forma original a lo que son ahora por la selección natural; la que no aceptó vivir de los humanos, tener que escuchar todos los ruidos y respirar el aire contaminado tuvo que morir. De esa manera, nos quedan esos animales que nadie jamás quiso engendrar, las que llamamos palomas.