Como el mar, muy rico y divertido, pero te puede ahogar

Creo que Shakira era genial. Creo que probar carne fue la peor decisión que nuestra especie pudo tomar, ya que ahora se necesita matar animales para estar sano (dicen). Creo que la creación más egoísta de nuestra historia fue el dinero, puesto que con este se demuestra tangiblemente la riqueza de unos sobre otros. Creo que las drogas naturales – y hago énfasis en naturales - no siempre son dañinas.

Yo fumo marihuana. Me gusta fumar marihuana, porque siento que los límites del pensamiento se desploman a mi alrededor y mi mente puede volar hasta los más alto y lo más desquiciado que uno podría imaginarse, claro está, sin perder el sentido y la realidad. Además, me deja analizar las situaciones de la vida cotidiana profundamente, me permite observar los hermosos detalles, los cuales dejan de lado su forma acostumbrada para hacer una vista impresionante, que no se explota cuando uno está “sano”.

El problema radica en que sí, es adictiva; sin embargo, uno debe saber controlarse y me considero dentro de ese grupo de personas que entiende que no es un juego, es una droga. En mi opinión, es jugar con fuego, puesto que si uno abusa o se confía mucho, se puede quemar. Asimismo, es realmente difícil darse cuenta cuando uno ya es adicto, pues deja de llevar la cuenta de cuantos huiros se ha fumado o simplemente le comienza a parecer normal fumar así y ¡sorpresa!, ya no se puede divertir, ni pensar, ni relacionar con los demás si no se está bajo el efecto de algún estupefaciente.

Como cualquier persona que fuma marihuana y lo disfruta, como yo, diría “legalicen”; sin embargo, pienso que es un asunto complejo, ya que no solo subiría el precio, sino que no sería la “prohibida”. Si uno se pone a pensar, ¿por qué probaste el cigarro? Porque es algo que los grandes hacen y se ve genial, porque es malo, porque se quiere probar algo nuevo. Así es la marihuana, se quiere probar lo prohibido. Si se legaliza, pienso yo, la droga prohibida sería la coca. Con eso estoy completamente en desacuerdo, ya que la coca es exorbitantemente dañina y adictiva, y por ningún motivo debe convertirse en algo normal, como lo es la marihuana en estos nuevos tiempos.

La conclusión es que si uno quiere, puede fumar marihuana, pero siempre teniendo en cuenta que no es cualquier travesura, sino que se debe disfrutar y estar consciente de que puede ser dañina. No se le debe tener miedo ni, tampoco, confiar del todo en ella.

Como la luna, condenada a amar al sol a distancia [ii]


Hoy me contaron que me extrañas, que aún piensas en mí, que ya saldrás. Hoy me dijeron que soy tu estrella, que luchas por mí, que te estás sanando. Hoy no recibí ni un solo mensaje tuyo, el cual espero con tantas ansias aunque sé que no llegará. Hoy me llené de esperanzas de nuevo.

Muchos me preguntan por qué, pero, la verdad, no sé. No tengo ni la menor idea de porque te pienso así, porque te espero así, porque no te olvido aún. Hoy me dijeron que la razón es que en alguna vida anterior nuestra historia no se concretó y tenemos que cerrar ese vacío que dejamos. ¿Será verdad? Es lo único que explicaría esta situación.

Por mi propio bien, no convendría tragarme aquellas locuras que me dicen, pero es inevitable. Deseo inmensamente sentirme bien, aunque sea efímero. Será quizás la primera vez que soy romántica y me estoy acostumbrando sin lamentaciones.

Tu propaganda contamina mi mirada

Hoy, en uno de mis cotidianos viajes por la ciudad de lima, he notado que un evento se avecina. Se trata de unos desconocidos con sonrisas falsificadas, los cuales nos observan con esos ojos desbordantes sin que lo advirtamos. La naturaleza de nuestro ambiente ha cambiado sus aires. Se siente la presencia de la campaña electoral.

Desde mi asiento del bus, usualmente, observo la publicidad seduciéndome para arrodillarme y vaciar mis bolsillos ante ella. Luego, noto que algo ha cambiado: más carteles contaminan los jardines de la capital, más propaganda interrumpe nuestra música en la radio, los carros alteran su estética para adherir cierto anuncio: caras gigantes con una sonrisa angelical, ojos brillantes y prometiendo desarrollo. ¿Qué más se puede pedir? La gente en el bus se inquieta, comienzan a expresar sus tendencias. Sin advertirlo, un extraño se acopla a la conversación; luego, otro levanta la voz para que se le escuche. La gente discute. La gente pelea.

Se esparce el rumor de que se tiene que elegir a uno de ellos, pero ¿cómo se puede saber cual es el mejor? Las malas lenguas divulgan que uno de estos gigantes será el que nos gobernara por los próximos cuatro años.

Me siento dulcemente en mi cama a pensar cual será el afortunado y cual debería ganar la carrera. Exploro en mi memoria sus sonrisas de cordialidad, de correspondencia, de promesas. Sus ojos tan grandes y brillantes como los de una diosa hindú. Nos cortejan, nos conquistan, nos embaucan.

En el periódico, en las revistas, en la calle y hasta en los textos de las instituciones nos embuten información. Nuestra salvación y nuestra ilusión se ven atenuadas por las noticias inéditas de primera plana: conexiones de dicho candidato con el narcotráfico, antecedentes de uniones de aquel con Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, mentiras de ese en su pasado gobierno, cochinadas extras que pudren nuestras cabezas.

Ya comenzó la cuenta atrás, el gran día se acerca, se tiene que elegir. Uno está obligado a seleccionar, entre la multitud, ante quién decidirá someterse. Resignados como pavos esperando la navidad se aguarda un milagro (*).

Pasa el tiempo, tu sonrisa de disolvió, tu mirada ya no brilla más, tus promesas se quedaron pegadas a tus carteles cuando los sacaste y desechaste. Lo hiciste de nuevo.

(*) Ni fu ni fa – ska-p

Como la luna, condenada a amar al sol a distancia [i]


Sólo la luna nos pudo observar. Mis memorias son imprecisas. Por un momento, me enredaste en un pensar, el cual coreaba que realmente me pertenecías tanto como mis pensamientos te envolvían solo a ti. Tus ojos no inspiraban dudas.

Lograste que mi imaginación flotara por dentro y por fuera de mí, por dentro y por fuera de ti. Ya no consigo controlarla, se volvió extranjera en su propio país. Pensarte me es nocivo, soñarte me es maléfico, pero ella, sencillamente, no cede a mis súplicas. Supongo que en el fondo me llenas, que muy en el fondo me gusta, que desmesuradamente, dentro de mí, me haces sentir conforme. Es una pesadumbre desgastadora, amarga, adictiva.

Me gustaría que te recuestes, hoy, conmigo, mientras edito estas líneas, sin embargo, jamás las conocerás, son mías. Me encantaría que nunca hayas partido, que nunca me hayas abandonado. Sería extraordinario que no me hubieses dejado así, aquí, sentada.

Te pienso y comienza a molestarme, te sueño y me siento idiota. Tal vez me perdí en el sendero, así no solía ser yo; tal vez perdí la lucidez y te incrimino por ello. Me entregué sin espada ni escudo, quizá fue mucho, quizá demasiado rápido. Supe que sería diferente, y lo fue, pero aquello no estuvo calculado en mi manual, ni en el tuyo. Ahora, que pasó el tiempo, está apuntado con tinta roja.

Espero sin respuestas. Espero sin esperanzas. Espero aunque no lo pediste. Espero sin querer esperar, cuando no debo esperar. Inconcientemente, te espero.

Tae- kwon-do

Fui invitada a una presentación de tae-kwon-do de mi primo. Llegué tarde: nos perdimos un poco, pero arribamos. Era de mañana, por lo cual se sentía la humedad que caracteriza a Lima en mi nariz. Mi tía estaba afuera de la academia esperándonos.

Tuve la suerte de verlo sentado, pegado a la pared con sus amigos en fila, esperando a que le toque dar examen. Jugaba con sus amigos en silencio. Parecía que se entendieran solo entre ellos. Los mandaban a callar cada 5 minutos, puesto que subían la voz sin querer. Son niños.

Era su turno de dar el examen teórico con tres niños más. Tomaron la forma de un cuadrado, uno en cada esquina. Se presentaban como animalitos esperando la orden, en un idioma que desconozco, de su gordo amo sentado delante de ellos. El profesor expulsaba una palabra extraña y los engendros ejercían una pose. Hasta me pareció tierno como los cuatro niños se veían entre ellos para estar seguros de hacerlo bien. Álvaro no respondió a ninguna de las preguntas. Creo que estaba nervioso, o quizá muy poco nervioso.

Llegó el momento de pelear. Los más chiquitos jugaban mientras tomaban el examen; para los más grandes parecía ser importante. Comenzaban los pequeños, los cuales casi sin tocarse con los brazos que se movían sin sentido se lanzaban nimios golpes que desequilibraban al oponente. De vez en cuando despedían una patada que no llegaba a tocar al otro. El más grande siempre se llevaba la victoria. Poco a poco los duelos se ponían más intensos.

Eran dos gorditos, un poco más grandes que Álvaro, mi primo, los cuales peleaban mientras hacían sonidos obligados. La batalla empezó, se dieron las manos y ese saludo ridículo que tienen. El más pequeño, demostrando su valentía, lanza la primera patada; su adversario la recibe con la mano para que no lo golpee mientras expulsa otra para herir a su enemigo. Llego a ver la cara de uno de los dos. Una carita llena de juegos, boberías y sueños, mutaba a otra completamente diferente. Podía percibir como se transformaba a una expresión de rivalidad, competencia… casi de odio. Me pregunté si un niño puede odiar. Me pregunté si yo podía verdaderamente odiar.

Me gusta mi Perú


A mi me gusta el Perú. Y es verdad, no me sé la letra del himno nacional ni la canté jamás; ni en las formaciones del colegio, ni mucho menos ahora, donde no pasa el profesor de normas comprobando si cantamos o no. Tampoco pongo mi bandera en el techo de mi casa el 28 de julio, por la misma razón que no quiero y respeto más a mi patria ese especifico día, al igual que no quiero más a mi mamá el segundo domingo de mayo o respeto más a mi papá el tercer domingo de junio. También es verdad que no llevo mi escarapela con orgullo a dondequiera que voy. Ni siquiera sé por qué tiene esa forma tan ridícula, que a mi parecer, no tiene ninguna conexión con la bandera además de los colores (mas si de colores hablamos, mi sala los tiene ¿eso significa que debo llevar mi sala a todos lados?). Tampoco he ido al Cusco, mas sí he viajado a Alemania, Disney, Cancún y Punta Cana.

No me creo, tampoco, menos que los que mantienen sus banderas en el techo los 365 días del año (porque simplemente les dio flojera bajarlas y volverlas a poner al año siguiente), ni los que llevan su escarapela hinchándose el pecho de orgullo. Yo amo a mi Perú y lo grito con orgullo y mis propias razones. Creo que mi país es mi gente, mis costumbres, mi vida. Todo lo que soy se lo debo a mi Perú, el cual me moldeó como quiso y, creo yo, hizo un buen trabajo. Yo amo a mi Perú y no me pienso largar de este país. Y si me voy, regresaré, y con más ganas de dar lo mejor de mí por él, porque este es mi país y a mí me gusta mi Perú.