y no dormimos juntos

Tus besos despiertan mis sentidos,
Se dispersan mis deseos más ocultos.
La naturaleza posee nuestros cuerpos,
Los une como dos polos opuestos.

Susurros al oído nunca faltaron en esta relación.
Los besos se tornan infinitos y se extienden.
Descubro ese lugar que te produce desesperación.

Un sonido caliente en tu oído,
Pareces un poco movido
“¿Y si te digo que soy virgen?”
Por un momento, te mantuviste al margen.

Entre los dos algo se desabotonó,
No éramos los mismos de hace un rato.
Con la ventana abierta, todo rodó,
Decidimos dejar al mundo de lado.

Nos confesamos verdades inconfesables.
Supimos entregarnos y ser reales.
Nos contamos historias incontables.

Declaraste que te confundí;
Que pensaste que lo era, cuando te lo dije;
Que no podía ser;
Que no lo era, al final.

Las hijas bastardas de la ciudad

Cuántos de nosotros han paseado por las calles de Lima, infectadas de humo, ruido, envolturas de golosinas y, encima, se añade el toque final: algo de escupitajo. Lima es la cuidad del Perú, el lugar en donde se dejó de sembrar y cosechar, en donde los españoles se decidieron instalar y nos obligaron a trabajar injustamente para ellos, en donde predomina el cemento, en adición a ese color de panza de rata que nos cubre en invierno llamándose a sí mismo cielo, en donde el mismo invierno es sólo una fantasía. Esta cuidad fue hermosa en sus buenos tiempos y aún quedan signos de ello, mas eso es otro tema. Esta ciudad ha engendrado unos pequeños monstruos que nos invaden sin que lo percibamos, ya que nos hemos acostumbrado a convivir con ellos. Se los puede encontrar en cualquier ciudad del mundo, siendo alimentados y cagando todo lo que encuentren cerca sin razón aparente.

Alguna vez, una personita me hizo un comentario muy interesante, el cual me dejó pensando durante mi viaje: Las palomas son las ratas del cielo. Esa frase entraba y salía de mis pensamientos cada cierto tiempo, hasta que, una vez, decidí filmar diversas palomas a lo largo de los días y las observé. La mayoría son de color gris o, simplemente, están cochinas. Tienen pico pequeño, el cual les sirve para buscar pedazos de comida entre la basura, entre las losetas de las calles, dentro de la tierra y para robarle la comida a tu perro cuando no está. Se las encuentra en medio de bazofia, la mayoría de las veces, y otras, en parques, donde la gente las alimenta. Ahí se pueden observar más gordas y grandes. Dentro de esta sociedad de palomas que se forma en dichos parques, se logra distinguir a la más poderosa: la más gorda, la que lleva más papada, la que se queda con la mejor parte. Estas defienden su espacio y son capaces, incluso, de intentar asustar a las personas acercándose en grupo a los indignos que se atrevan a pisar su territorio.

Las palomas son el único animal que se ha adaptado plenamente a vivir en la ciudad, dependiendo de los humanos, protegiéndose con ellos, alimentándose de ellos, respirando el smog y cambiando su forma original a lo que son ahora por la selección natural; la que no aceptó vivir de los humanos, tener que escuchar todos los ruidos y respirar el aire contaminado tuvo que morir. De esa manera, nos quedan esos animales que nadie jamás quiso engendrar, las que llamamos palomas.

Como el mar, muy rico y divertido, pero te puede ahogar

Creo que Shakira era genial. Creo que probar carne fue la peor decisión que nuestra especie pudo tomar, ya que ahora se necesita matar animales para estar sano (dicen). Creo que la creación más egoísta de nuestra historia fue el dinero, puesto que con este se demuestra tangiblemente la riqueza de unos sobre otros. Creo que las drogas naturales – y hago énfasis en naturales - no siempre son dañinas.

Yo fumo marihuana. Me gusta fumar marihuana, porque siento que los límites del pensamiento se desploman a mi alrededor y mi mente puede volar hasta los más alto y lo más desquiciado que uno podría imaginarse, claro está, sin perder el sentido y la realidad. Además, me deja analizar las situaciones de la vida cotidiana profundamente, me permite observar los hermosos detalles, los cuales dejan de lado su forma acostumbrada para hacer una vista impresionante, que no se explota cuando uno está “sano”.

El problema radica en que sí, es adictiva; sin embargo, uno debe saber controlarse y me considero dentro de ese grupo de personas que entiende que no es un juego, es una droga. En mi opinión, es jugar con fuego, puesto que si uno abusa o se confía mucho, se puede quemar. Asimismo, es realmente difícil darse cuenta cuando uno ya es adicto, pues deja de llevar la cuenta de cuantos huiros se ha fumado o simplemente le comienza a parecer normal fumar así y ¡sorpresa!, ya no se puede divertir, ni pensar, ni relacionar con los demás si no se está bajo el efecto de algún estupefaciente.

Como cualquier persona que fuma marihuana y lo disfruta, como yo, diría “legalicen”; sin embargo, pienso que es un asunto complejo, ya que no solo subiría el precio, sino que no sería la “prohibida”. Si uno se pone a pensar, ¿por qué probaste el cigarro? Porque es algo que los grandes hacen y se ve genial, porque es malo, porque se quiere probar algo nuevo. Así es la marihuana, se quiere probar lo prohibido. Si se legaliza, pienso yo, la droga prohibida sería la coca. Con eso estoy completamente en desacuerdo, ya que la coca es exorbitantemente dañina y adictiva, y por ningún motivo debe convertirse en algo normal, como lo es la marihuana en estos nuevos tiempos.

La conclusión es que si uno quiere, puede fumar marihuana, pero siempre teniendo en cuenta que no es cualquier travesura, sino que se debe disfrutar y estar consciente de que puede ser dañina. No se le debe tener miedo ni, tampoco, confiar del todo en ella.

Como la luna, condenada a amar al sol a distancia [ii]


Hoy me contaron que me extrañas, que aún piensas en mí, que ya saldrás. Hoy me dijeron que soy tu estrella, que luchas por mí, que te estás sanando. Hoy no recibí ni un solo mensaje tuyo, el cual espero con tantas ansias aunque sé que no llegará. Hoy me llené de esperanzas de nuevo.

Muchos me preguntan por qué, pero, la verdad, no sé. No tengo ni la menor idea de porque te pienso así, porque te espero así, porque no te olvido aún. Hoy me dijeron que la razón es que en alguna vida anterior nuestra historia no se concretó y tenemos que cerrar ese vacío que dejamos. ¿Será verdad? Es lo único que explicaría esta situación.

Por mi propio bien, no convendría tragarme aquellas locuras que me dicen, pero es inevitable. Deseo inmensamente sentirme bien, aunque sea efímero. Será quizás la primera vez que soy romántica y me estoy acostumbrando sin lamentaciones.

Tu propaganda contamina mi mirada

Hoy, en uno de mis cotidianos viajes por la ciudad de lima, he notado que un evento se avecina. Se trata de unos desconocidos con sonrisas falsificadas, los cuales nos observan con esos ojos desbordantes sin que lo advirtamos. La naturaleza de nuestro ambiente ha cambiado sus aires. Se siente la presencia de la campaña electoral.

Desde mi asiento del bus, usualmente, observo la publicidad seduciéndome para arrodillarme y vaciar mis bolsillos ante ella. Luego, noto que algo ha cambiado: más carteles contaminan los jardines de la capital, más propaganda interrumpe nuestra música en la radio, los carros alteran su estética para adherir cierto anuncio: caras gigantes con una sonrisa angelical, ojos brillantes y prometiendo desarrollo. ¿Qué más se puede pedir? La gente en el bus se inquieta, comienzan a expresar sus tendencias. Sin advertirlo, un extraño se acopla a la conversación; luego, otro levanta la voz para que se le escuche. La gente discute. La gente pelea.

Se esparce el rumor de que se tiene que elegir a uno de ellos, pero ¿cómo se puede saber cual es el mejor? Las malas lenguas divulgan que uno de estos gigantes será el que nos gobernara por los próximos cuatro años.

Me siento dulcemente en mi cama a pensar cual será el afortunado y cual debería ganar la carrera. Exploro en mi memoria sus sonrisas de cordialidad, de correspondencia, de promesas. Sus ojos tan grandes y brillantes como los de una diosa hindú. Nos cortejan, nos conquistan, nos embaucan.

En el periódico, en las revistas, en la calle y hasta en los textos de las instituciones nos embuten información. Nuestra salvación y nuestra ilusión se ven atenuadas por las noticias inéditas de primera plana: conexiones de dicho candidato con el narcotráfico, antecedentes de uniones de aquel con Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, mentiras de ese en su pasado gobierno, cochinadas extras que pudren nuestras cabezas.

Ya comenzó la cuenta atrás, el gran día se acerca, se tiene que elegir. Uno está obligado a seleccionar, entre la multitud, ante quién decidirá someterse. Resignados como pavos esperando la navidad se aguarda un milagro (*).

Pasa el tiempo, tu sonrisa de disolvió, tu mirada ya no brilla más, tus promesas se quedaron pegadas a tus carteles cuando los sacaste y desechaste. Lo hiciste de nuevo.

(*) Ni fu ni fa – ska-p

Como la luna, condenada a amar al sol a distancia [i]


Sólo la luna nos pudo observar. Mis memorias son imprecisas. Por un momento, me enredaste en un pensar, el cual coreaba que realmente me pertenecías tanto como mis pensamientos te envolvían solo a ti. Tus ojos no inspiraban dudas.

Lograste que mi imaginación flotara por dentro y por fuera de mí, por dentro y por fuera de ti. Ya no consigo controlarla, se volvió extranjera en su propio país. Pensarte me es nocivo, soñarte me es maléfico, pero ella, sencillamente, no cede a mis súplicas. Supongo que en el fondo me llenas, que muy en el fondo me gusta, que desmesuradamente, dentro de mí, me haces sentir conforme. Es una pesadumbre desgastadora, amarga, adictiva.

Me gustaría que te recuestes, hoy, conmigo, mientras edito estas líneas, sin embargo, jamás las conocerás, son mías. Me encantaría que nunca hayas partido, que nunca me hayas abandonado. Sería extraordinario que no me hubieses dejado así, aquí, sentada.

Te pienso y comienza a molestarme, te sueño y me siento idiota. Tal vez me perdí en el sendero, así no solía ser yo; tal vez perdí la lucidez y te incrimino por ello. Me entregué sin espada ni escudo, quizá fue mucho, quizá demasiado rápido. Supe que sería diferente, y lo fue, pero aquello no estuvo calculado en mi manual, ni en el tuyo. Ahora, que pasó el tiempo, está apuntado con tinta roja.

Espero sin respuestas. Espero sin esperanzas. Espero aunque no lo pediste. Espero sin querer esperar, cuando no debo esperar. Inconcientemente, te espero.