Tu propaganda contamina mi mirada

Hoy, en uno de mis cotidianos viajes por la ciudad de lima, he notado que un evento se avecina. Se trata de unos desconocidos con sonrisas falsificadas, los cuales nos observan con esos ojos desbordantes sin que lo advirtamos. La naturaleza de nuestro ambiente ha cambiado sus aires. Se siente la presencia de la campaña electoral.

Desde mi asiento del bus, usualmente, observo la publicidad seduciéndome para arrodillarme y vaciar mis bolsillos ante ella. Luego, noto que algo ha cambiado: más carteles contaminan los jardines de la capital, más propaganda interrumpe nuestra música en la radio, los carros alteran su estética para adherir cierto anuncio: caras gigantes con una sonrisa angelical, ojos brillantes y prometiendo desarrollo. ¿Qué más se puede pedir? La gente en el bus se inquieta, comienzan a expresar sus tendencias. Sin advertirlo, un extraño se acopla a la conversación; luego, otro levanta la voz para que se le escuche. La gente discute. La gente pelea.

Se esparce el rumor de que se tiene que elegir a uno de ellos, pero ¿cómo se puede saber cual es el mejor? Las malas lenguas divulgan que uno de estos gigantes será el que nos gobernara por los próximos cuatro años.

Me siento dulcemente en mi cama a pensar cual será el afortunado y cual debería ganar la carrera. Exploro en mi memoria sus sonrisas de cordialidad, de correspondencia, de promesas. Sus ojos tan grandes y brillantes como los de una diosa hindú. Nos cortejan, nos conquistan, nos embaucan.

En el periódico, en las revistas, en la calle y hasta en los textos de las instituciones nos embuten información. Nuestra salvación y nuestra ilusión se ven atenuadas por las noticias inéditas de primera plana: conexiones de dicho candidato con el narcotráfico, antecedentes de uniones de aquel con Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, mentiras de ese en su pasado gobierno, cochinadas extras que pudren nuestras cabezas.

Ya comenzó la cuenta atrás, el gran día se acerca, se tiene que elegir. Uno está obligado a seleccionar, entre la multitud, ante quién decidirá someterse. Resignados como pavos esperando la navidad se aguarda un milagro (*).

Pasa el tiempo, tu sonrisa de disolvió, tu mirada ya no brilla más, tus promesas se quedaron pegadas a tus carteles cuando los sacaste y desechaste. Lo hiciste de nuevo.

(*) Ni fu ni fa – ska-p

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